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Aprender no tiene edad: el valor del aprendizaje a lo largo de la vida
Publicado Martes, 01 de Julio de 2025Durante mucho
tiempo, la sociedad ha sostenido la idea de que la vejez es una etapa de
declive, de pasividad y desconexión. Una idea que, además de injusta, es
equivocada. Desde mi experiencia como psicólogo y gerontólogo, he sido testigo
de cómo las personas mayores no solo pueden seguir aprendiendo, sino que
encuentran en el aprendizaje una fuente poderosa de sentido, vitalidad y
participación.
Hablar de aprendizaje a lo largo de la vida no es simplemente reconocer que se puede aprender a cualquier edad, sino afirmar que el deseo de aprender forma parte de lo que nos hace humanos. En la vejez, este aprendizaje no siempre está orientado al trabajo o a obtener un título, sino a crecer, mantenerse actualizado, expresar la creatividad o conectarse con otros; significa también reconciliarse con oportunidades educativas que en el pasado fueron negadas. Este aprendizaje fortalece la autoestima, mejora la salud mental, reduce el aislamiento social y potencia la autonomía. Lejos de ser un “pasatiempo”, es un derecho y una herramienta para el ejercicio pleno de la ciudadanía. Las personas mayores que acceden a espacios educativos descubren nuevas formas de comprender el mundo, de compartir su experiencia, de apropiarse de la tecnología y de construir nuevas redes de apoyo. La idea de que la educación debe acompañarnos durante toda la vida no es nueva. El término “educación a lo largo de la vida” fue acuñado por la UNESCO en las décadas 70s y 80s. En 1996 cuando la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el informe Delors volvieron a enfatizar la importancia del aprendizaje continuo como eje del desarrollo humano y social. A partir de entonces, la UNESCO retomó el término como “aprendizaje a lo largo de la vida”, denominación que hoy se utiliza en la mayoría de los países para subrayar que la educación no debe limitarse a la niñez y la juventud, sino extenderse a todas las etapas del ciclo vital. Sin embargo, aún enfrentamos muchos prejuicios. A menudo se asume que la educación o el aprendizaje es exclusivo de cierta edad. Estas narrativas “edadistas” limitan las oportunidades de participación y perpetúan la exclusión. Necesitamos desafiar estas ideas no solo desde lo técnico, sino desde lo ético: la educación es un derecho en todas las etapas de la vida.
Programas como el de Formación Humana Integral o Vida Activa Integral y con Significado de la Universidad Marista son muestra de lo que puede lograrse con una perspectiva de aprendizaje a lo largo de la vida. Porque aprender no tiene edad. Y porque las personas mayores no están en la etapa del “ya no”, sino del “todavía sí”.
Mtro. Jorge Carlos Regla Villanueva.
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